¿Cuando hablamos de Banyadores, a parte de la prenda veraniega catalanizada, que imagen os llega a la cabeza?
Efectivamente, una escuela maresmeña de escalada deportiva sabrosa y heterogénea.
Perfecta para calentar motores esos días de dificultosa voluntad madrugadora (en especial para aquellos afortunados, como una servidora, que tienen las vías a tiro de piedra).
Y ése fue el lugar elegido para asistir a mi segunda quedada Madtemera.
El pasado jueves 4 de Enero, varios miembros del equipo Mad (y algunos
infiltrados más que bienvenidos), armados de metal y cuerda hasta los dientes,
aunamos brío y devoción para, a granel, atacar el mayor número de paredes
posibles.
Seis hombres y dos damas (una más peluda que
la otra....) nos plantamos en Cabrera de
Mar a las 12 del mediodía (o esa era la intención...) preparados para el
abordaje.
Nuestro objetivo: Varias vías de diverso
grado (comprendido entre el cuarto y el sexto) y todas ellas bajo la
inconfundible peculiaridad granítica.
Una
vez adjudicados sendos compañeros de cordada, fuimos invadiendo, poco a poco
pero sin dilación, las contiguas paredes de la zona.
Así, fuimos subiendo de grado y
de intensidad: Rompiendo el hielo con algunos quintos y rematando la faena con
unos señores sextos.
Personalmente me quedé en el baremo del 5. Grado más, grado menos.
La mayoría de las vías se dejaron domar sin aparente dificultad (a excepción de un tramo de quisquillosa adherencia a modo de encontronazo final de un quinto +).
Indudablemente, si digo “la mayoría” es
porqué alguna pu... ejem ... puñetera, hubo.
Y la jodida llegó al final. Un quintillo
fastidioso con un muy peculiar empiece: Una
fisurilla rebelde que no se dejaba pillar por ningún lao!
Tras cuatro pegues (i varios metros de piel perdidos en el granito) la plaquita cedió a mis coj... ovarios ... (y a la paciencia y empujillos del encordador).
Satisfecha de mi faena, opté por retirarme y centrarme en la fotografía.
El final de la sesión, muy cumba. Relax montañil, juegos varios con la mascota allí presente y mucho entrenamiento pictográfico.
En definitiva, una excelente forma de caducar un día que, desde su comienzo, saboreaba exquisito.