Se dice que el ciclo de la vida tiende a repetirse siendo uno el que tiende a engendrar esa reproducción de forma voluntaria (aunque a veces inconsciente).
Sin darme cuenta creo que, año tras año, despido el anterior de la misma manera: en la montaña.
Aún parafraseando la cultura popular, diré que es costumbre criticar a las rutinas: se las suele juzgar por
estancar la mente y el cuerpo y dificultar el avance personal.
Algo rutinario es algo reincidente, repetido, trillado...
Pero, ¿qué hay de malo en reafirmarse en algo que te apasiona?
Si la vida, de por sí, es cíclica; al menos démonos la oportunidad de construir nuestro ciclo vital rutinario alrededor de nuestras querencias.
Una servidora despidió al 2006 escalando Montserrat.
¡Creo que es una buena forma de prevenir al 2007 de lo que le espera!
Acompañada de algunos de los miembros del centro excursionista (y sin madrugar demasiado para conservar las fuerzas que la noche de juerga me robaría) anduve por el sector del Vermell para trepar un poco el último día del año (pero no del ciclo de escalada).
Lo malo de ir con cierto personal demasiado preparado, es que sueles
“calentar” músculos con vías de un grado con el que normalmente coronarias la
sesión.
Empezar con un 6b+ (si tu te
mueves alrededor de los quintos...) suele tener dos consecuencias negativas: La
primera, que pasas la mayor parte de la subida colgada como un chorizo y la
segunda que, al matar (a cañonazos) la vía, te das cuenta que tienes los brazos
como Popeye y que necesitarás tiempo y paciencia si quieres hacer algo más por
la zona que no sea disfrutar del sol achicharrante o del gustazo (algo
envidiado) de ver como tus compañeros se
funden ese 6b+ que a ti te ha derretido.
Algunos cigarrillos (unos pocos de la risa y unos cuantos de la nicotina) después (y tras reponer fuerzas bocata de queso en mano) opté por sacarle partido a la zona intentándolo con un 5+.
Buff... ¡eso ya es otra cosa!
Una señora vía larga y muy agradecida que, en este caso, no tuvo más
remedio que rendirse a las ganas de montaña de una servidora.
Al final resulto ser una muy buena forma de salvaguardar el ciclo de la vida y de desprenderse de un año lleno de montaña y naturaleza.