En realidad, si nos ceñimos al orden cronológico de los acontecimientos, éste post deberÃa ir antes del otro que, también, habla del Vermell.
Pero una servidora, a menudo, tiene pajareos mentales y se olvida se las cosas. Sinceramente pensaba que ya lo habÃa colgado. Es lo malo de no leerse a sà misma.
En fin... flagelaciones a parte... Vamos al tema.
Hace un par de findes me reunà con algunos frikis montañeros informáticos de la UPC (Grupo CIMA) para abrir algunas vÃas en Montserrat.
La sesión me sirvió para perder el miedo a trepar de primera. Puesto que subieron algunos vÃrgenes escaladores (Kimi, por ejemplo) me tocó cumplir y abrir la mayorÃa de las vÃas.
Acostumbrada a acomodarme, asentándome en la capacidad ajena, solÃa abrir sólo las vÃas facilotas o las que me transmitÃan mucha seguridad.
En esta ocasión el cuento de la lechera se me acabó. Tocaba preparar las vÃas solicitadas. Sin más porqués.
A ver... con esto no quiere decir que me pusiera a chapear octavos... el nivel tampoco requerÃa tanta fantasÃa Disney... Pero sà que preparé algún sexto que, en condiciones normales, hubiera cedido a alguien más experto.
La ruta fue la siguiente:
Empezamos con varios quintos, uno de ellos un poco cabrón, porqué las chapas estaban a tomar vientos la una de la otra (cosa que, al menos a mi, me corta mucho el rollo).
Progresivamente fuimos subiendo grado. Un ¿¿¿??? fue el elegido. La vÃa no aparecÃa en las reseñas, pero comentándolo después con varios escaladores me chivaron que era un 5+ putero o un 6º puter. ¿Mala elección? Puede... pero buenos resultados.
La vÃa se encaminaba hacia la izquierda. Pero los pasitos medios eran tan finos como el culete de un bebé. Asà que, cagada de la vida, opté por escaquearme trepando por la derecha, pensando que agarrada a la fisura podrÃa chapar mejor. CRASO ERROR. Una vez arriba, la genética me recordó que no soy Gasol y que mi longitud de extremidades superiores es limitada.
¿Que hice entonces? Algo que NADIE sensato debe hacer. Saltarme una chapa. Lo hice tras echar una ojeada a lo que venÃa después y convencida de que era más viable chapar el siguiente metal que hacer un desplazamiento lateral arrastrándome por esa pared plana. ERROR DE NUEVO.
La cuestión es que subÃ, divisé la chapita, agarré mi cinta exprés y... resbalé!! A tomar por el culo todo mi convencimiento. Unos siete metros de volada me enseñaron que, por muy seguro que estés de algo, la montaña te enseñará que no necesariamente tenias razón.
Es el conocido juego de la invulnerabilidad humana.
El vuelo fue tan súbito que incluso la aseguradora (que en ese momento, todo hay que decirlo, más que asegurar estaba tomando el sol) se empotró contra la pared, haciéndose más daño ella que yo.
Consecuencias fÃsicas (en mi caso) pocas (sólo una subida inmediata de pulsaciones). Psicológicas nulas. Emocionales a raudales. Un parche de rabia se acumuló en mis arterias. Rabia por ser tan imprudente y tener que comerme con patatas todo el trabajo de subida.
Pero como una es muy terca, en vez de enviarlo todo a la mierda, recular y ceder la subida a otro que no hubiera practicado escalada-puenting... me armé de cintas y subà de nuevo. Esta vez dispuesta a chapar absolutamente todas las argollas. Sin excepción. Costara lo que costara.
Finalmente (y tras muchos sudores), monté la reunión de los c.... (Que, al menos, tenia buena pinta: Un moscata reluciente).
Son estas aéreas y súbitas lecciones las que, de verdad, te enseñan a escalar con propiedad.
Después del susto nada mejor que una buena comida. Para reponer fuerzas y distraer el cerebelo.
Por la tarde, ya con el estómago lleno y la moral por las nubes, seguimos abriendo alguna vÃa más.
Otro quinto, largo pero más viable y menos tramposo, y un cuarto de adherencia con un primer paso acojonante (Al menos para mÃ). La primera chapa a años luz y ningún lugar donde meter los pies.
Para más tranquilidad (hoy ya habÃa superado el cupo de incidencias laborales) pedà soporte moral a la comitiva de abajo para que hicieran de crad-pad humano por si las moscas.
Una altura asà no mata, pero te puede dejar el cóccix hecho trizas. Al final, después del sufrimiento inicial, todo fue más liviano y resulto ser una vÃa bastante agradecida.
Aunque uno de los compis (Style) se quedó con las ganas de abrir una vÃa que caló durante la aproximación, la falta de luz (con previsión a la pateada que nos esperaba) le hizo desistir.
Esta vez ni birras ni nada. Mi mejor recompensa fue poder postergar la cerveza para otra ocasión.